entropía. José Ramón Magallón Sicilia / Sylvia Pennings - Chus Tudelilla - 2012

Preguntado sobre la entropía por Alison Sky en una entrevista realizada en 1973 para la revista On site[1], el artista norteamericano Robert Smithson respondió que se trataba de un estado irreversible, un estado que se mueve hacia un equilibrio gradual y que se sugiere de diferentes maneras. Smithson puso varios ejemplos para ilustrar su idea, entre ellos el intento que Marcel Duchamp hizo por recomponer su Gran Vidrio, resquebrajado accidentalmente. Si en 1923 Duchamp decidió dejar la obra, dijo, definitivamente inacabada, en 1936, tras su intento de reunir todas las piezas aseguró que con las grietas en diagonal le gustaba más que antes. En la entropía, el planteamiento y el azar para Smithson parecen ser la misma cosa.

La entropía, segundo principio de la termodinámica, es la medida del desorden de un sistema. Dicen los expertos que la energía del universo tiende a distribuirse por todo el espacio en busca del máximo equilibrio, de la mayor estabilidad, de la mayor dispersión y probabilidad posibles, lo que provoca el gran desorden, el caos, la entropía misma. Señales de esta acción son las catástrofes naturales que interrumpen el aparente reposo del cosmos ante nuestra mirada fascinada por la destrucción.

La quietud de los paisajes sin narración de Sylvia Pennings arraigan en superficies fluviales donde se reflejan o hunden sus raíces, distorsionando la imagen para abrirla a la ensoñación. El azar parece dominar el proceso de creación de José Ramón Magallón Sicilia, cuando es la interpretación visual de los efectos provocados por el azar el motivo de su pintura. Claro que no conviene olvidar que en la entropía el planteamiento y el azar bien pueden ser la misma cosa. Una reflexión que es válida para las obras que Sylvia Pennings y José Ramón Magallón Sicilia presentan en la Galería A del Arte bajo el título de Entropía, entre otras razones porque los asuntos que les interesan son el azar, el orden, el caos, la imaginación, la incertidumbre, el deseo, la ensoñación, el destino, la distorsión, la impaciencia, el equilibrio, el desastre, y el vacío que de un modo u otro atiende la entropía.

En el deseo de atisbar un grado de estabilidad, ambos artistas disponen el montaje de sus obras según un orden que arranca con la serie de paisajes por Sylvia Pennings. Seguirán las pinturas y papeles de José Ramón Magallón Sicilia. En el punto intermedio, sus obras provocan el encuentro con el ánimo de activar en el espectador una extraña continuidad que se debate entre el equilibrio y la interrupción de cualquier indicio de estabilidad. Al espectador corresponde en última instancia organizar visualmente la cartografía de un espacio decididamente abierto a lo imprevisto.

 

Sabido es que a fines del siglo XVI empezó a concretarse en los Países Bajos la idea del paisaje como un género autónomo de la pintura en Europa[2]; muchos fueron los motivos y entre los no menos importantes está sin duda el enorme esfuerzo de sus habitantes por ganar terreno al mar. Sylvia Pennings regresa a su tierra natal en la serie de pinturas que presenta en esta exposición. No precisa mirar un paisaje que está en su memoria y en su imaginación. En sus cuadros no hay historias, ya lo hemos dicho, como tampoco las había en los primeros paisajes holandeses, atentos en exclusiva al trazado minucioso del fragmento elegido del territorio, a las formas y a los colores, a la luz y a la disposición de la línea del horizonte que da testimonio de una topografía plana. Ni hay historias ni pasa nada, de tal modo que, como ha estudiado Javier Maderuelo, el territorio y sus discretos accidentes son los acontecimientos de la pintura de paisaje holandesa. Sylvia Pennings fija su atención en los árboles y en sus reflejos enmarañados en las superficies fluviales, o en los árboles y en las extensiones de sus raíces que erosionan en profundidad el suelo inconsistente. Parajes de inundación y también de vacío, que Sylvia Pennings pinta convirtiéndolos en paisajes sombríos pese a la esbeltez caprichosa de algunos de los árboles teñidos de rojo. No hay historia, ni pasa nada, pero algo va a ocurrir a la hora del crepúsculo.

El drama contenido en los paisajes de Sylvia Pennings se precipita en las pinturas de José Ramón Magallón Sicilia, porque en sus obras todo se precipita; hasta tal punto esto es así que la función de sus cuadros es la de ser depósitos de formas elementales combinadas de manera fortuita, según un orden que determina la espontaneidad de su presencia en el espacio de la pintura. José Ramón Magallón Sicilia interroga al azar desde la más rigurosa racionalidad quizás porque, como Duchamp, intuye que el azar descarta el deseo del artista de componer su obra, de prepararla paso a paso; pero el azar acaba entrometiéndose en su pintura, y lo hace en cómo los óvalos negros se agolpan en el primer término de la composición como si los hubiera dejado caer para atender a los resultados; entre ellos: el gran vacío que la caída provoca. El blanco y negro de estas composiciones se tiñe en otros cuadros de colores imposibles y a la fuga que provocan el extrañamiento e invalidan cualquier posibilidad de agrupación de los fragmentos que parecen flotar sobre el espacio pictórico. Cada elemento convocado, de formas también diferentes que los identifican y confirman en su naturaleza plástica, es portador de energía que anuncia en su tendencia a desplazarse y redistribuirse por todo el espacio del cuadro la medida del grado de desorden del sistema; la entropía.

Todo apunta a que como pensaba Robert Smithson, las cosas simplemente cambian de una situación a la siguiente; lo que significa que en realidad "no hay vuelta atrás".

Chus Tudelilla


[1] Alison Sky, "Entropy made visible", On site, nº 4, 1973.

[2] Javier Maderuelo, El Paisaje. Génesis de un concepto, Madrid, Abada, 2005.